El recordado cardiocirujano René Favaloro no dudaba en recomendar tomar una copa de vino todos los días, también para prevenir y contrarrestar las males que aquejan al corazón y que derivan del progresivo taponamiento de las arterias o aterosclerosis. Por aquel entonces, la ciencia comenzaba a dar con las primeras evidencias de los beneficios para la salud que reporta el consumo moderado de vino. Fueron presentados en Viena, Austria, en la Conferencia Internacional sobre Enfermedad de Alzheimer, los resultados de un estudio financiado por los Institutos Nacionales de Salud, de los Estados Unidos, que halló que el consumo moderado de vino redujo un 37% el riesgo de desarrollar demencias como el Alzheimer.
"Ya sabíamos que el consumo moderado de vino era bueno para el corazón, ahora también lo es para el cerebro", escribió el doctor Daniel Martínez, coordinador de la Clínica de Demencias del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco), que participó del citado encuentro científico.
Así, hoy se le reconoce al consumo moderado y regular del vino tinto numerosos efectos benéficos asociados principalmente al poder antioxidante de algunos de sus componentes. Pero de todos esos beneficios, no hay duda de que el que más evidencias cuenta en su favor es la protección cardiovascular.
El consejo de Favaloro era que la medida correcta, desde el punto de vista de la salud, no debe exceder los 250 mililitros diarios. Por arriba de los 300 mililitros, los posibles efectos saludables del vino dejan su lugar a sus efectos nocivos. A partir de los 300 mililitros, si uno sigue aumentado la cantidad de vino, ahí empieza a aumentar el riesgo de enfermedad coronaria y de muerte.